miércoles, 24 de junio de 2015

Alma Ardiente

El dolor le recorría. Jadeaba, tratando de recuperar el ansiado aliento. Miró a su temible rival con desespero. Su terrible risa llegaba a los oídos de él. Era un guerrero nato, mientras que él no pasaba de ser un erudito. Pero las leyes eran claras en ese respecto. Había sido retado y tenía que responder. El negarse no era una opción. Consiguió incorporarse, a pesar de haber sido sometido a una brutal paliza. Al fin y al cabo seguía siendo un démoni, no era tan débil como para caer derrotado por unos pocos golpes. Se llevó los brazos al estómago, mientras escupía un chorro de sangre. Pugnó por mantenerse en pie. Si la pelea no terminaba pronto posiblemente moriría..., pero no podía...

Ella apretaba los puños con fuerza. Sentía tanta ira y dolor recorriéndola que sentía que iba a explotar..., literalmente. Había tratado de hablar con la Reina, para impedir este absurdo combate, pero no había servido de nada. Y ahora tenía que ver a la persona que amaba sufrir a manos de ese bruto y estúpido monstruo. Servidor de las brujas y amante de una de las brujas más poderosas, contaba con un rango bastante destacado. Y para hacerse lucir más eligió machacar a un démoni que se dedicaba al saber en lugar de a la guerra. Maldito bastardo. Notaba como las llamas empezaban a nacer en sus puños, sin querer contenerlas. El propio Rey de los Démoni no hacia más que observar la escena con una ligera sonrisa...,¿acaso no le preocupaba el destino de uno de los suyos? Dio un paso adelante, hacia el campo de batalla. Una mano se posó en su hombro, a modo de advertencia. Pero no quería saber nada de eso, no ahora. Echó a correr, sin que pudieran detenerla mientras su cuerpo se inflamaba en llamas. Ante los ojos sorprendidos de los combatientes y los espectadores se plantó en medio de ambos, protegiendo al démoni.

-¿Pero qué estás haciendo...?-Consiguió preguntar él.

-¡No pienso dejar que te maten! ¡Yo mismo lo detendré si es necesario!- Contestó furibunda ella.

-No puedes...

-¡Haré lo que quiera!

Las llamas aumentaron de intensidad, haciendo que el coloso enemigo vacilase. No parecía tan dispuesto a enfrentarse a una bruja enfadada. Entonces sus llamas se esfumaron y cayó de rodillas. No podía moverse. Maldición..., la Reina... El bruto sonrió, y creciendo en tamaño se lanzó contra ellos, sabiendo que la bruja era inofensiva. Su mazo se elevó, dispuesto a estrellarse contra sus indefensos rivales...

¡Maldición! ¿Por qué diablos tenía que ser tan impulsiva? Si no hacía algo, moriría..., pero...,¡al carajo con los peros! ¡Ella era más importante que el propio mundo! Y no tenía casi tiempo.

- Liberación.

Su alma aumentó, saliéndose de su propio cuerpo. Había liberado su verdadero poder. Las heridas se empezaron a curar. Y en un segundo se plantó ante su enemigo, deteniendo con la mano su arma. La oscuridad envolvía su cuerpo, mientras una máscara blanca apareció en su cara. Frunció el ceño. Odiaba mostrar su poder. Su enemigo parecía confundido. Antes de que reaccionase, extendió su brazo y lo introdujo en el pecho de su enemigo, que empezó a chillar. Intentó liberarse, pero la presa era inamovible. No había daño físico, pero no era esa su intención. Lentamente empezó a retraer su brazo..., y con él, el espíritu de su rival. Pronto estuvo completamente fuera, semitransparente e irradiando energía vital. Lo condensó en forma de una pequeña bola que cabía en su palma. El coloso cayó de rodillas, deshaciéndose en polvo. En pocos segundos quedó reducido a la nada. Observó con indiferencia la pequeña bola que tenía en su mano, para posar luego la mirada en el público. Su Rey mostraba una amplia sonrisa, lo cual le quitó una preocupación de encima..., parecía que no estaba enfadado. La Reina de las brujas en cambio parecía desconcertada, lo cual no era raro, pues no abundaban guerreros de la Muerte en estos tiempos. Después se arrodilló al lado de ella, que lo miraba con un asombro aún mayor, pero aún no era capaz de moverse. Se arrancó la máscara, para que ella pudiera ver su rostro.

No podía creerlo. Ante sus ojos se alzaba un imponente guerrero de la Muerte. Nunca hubiera pensado que ese fuera el poder del démoni...., pero claro, nunca se lo había preguntado. Notaba que la parálisis empezaba a remitir. La mano de él acarició suavemente su barbilla, produciéndole un extraño efecto, como un cosquilleo interno. No puede evitar pensar con un estremecimiento que esos mismos dedos habían arrancado un alma de un ser monstruoso con una facilidad pasmosa. Se sorprendió al comprobar que sendos regueros de lágrimas corrían por sus mejillas, mientras su cara contenía un gesto de ira.

-¿Estás...?

-¡Cállate!-La interrumpió con un potente grito. Ella se quedó muda de la impresión. Se le erizó la piel al notar la violenta expansión del alma de éste.-¿¡Se puede saber en qué cojones pensabas!? ¡Estaban a punto de matarte por una gilipollez!

-¡A ti también!-Respondió ella, encendiéndose, mientras se ponía en pie. Lágrimas ardientes surgieron a medida que hablaba-¿¡Crees acaso por un solo instante que iba a permitir que te masacrasen, imbécil!? ¿¡Cómo hostias iba a saber que eras un puto guerrero de la Muerte!? ¡Soy bruja, no adivina!

Él pareció calmarse, quedándose en silencio. Su poder pareció rebajarse ante los sentidos de todos. Se quedaron mirándose a los ojos lo que les pareció una eternidad, sus iris rojo sangre y los suyos, negro alabastro. Hacía rato que todo rastro de lágrima se había desvanecido, perdidas en los profundos sentimientos que comenzaban a aflorar. No había mucho que decir, sus miradas ya hablaban suficiente por ellos. Se unieron en un intenso abrazo que apretó aún más el lazo que se había formado entre ellos. Unas palmadas, interrumpieron este momento. Se separaron y miraron la fuente del sonido. Era el Rey Démoni, que se había adelantado unos pasos, mientras aplaudía y esbozaba esa sonrisa tan característicamente suya.

-Ha sido una demostración realmente impresionante, sin duda.-Dijo mientras sonreía con sus afilados dientes.-Dudaba de que fueras realmente a mostrarte. Pero parece ser que es posible con la adecuada...,motivación.-Terminó de decir, con la vista puesta en la chica.

La Reina de las Brujas no decía nada, sus labios estaban inmóviles en una fina línea, y su rostro quedaba oculto tras un antifaz. Si aún no la había castigado por su insolencia seguramente significaba que la había perdonado, de otro modo ya estaría muerta. Sin embargo una de las Nobles estaba temblando de rabia. Y no era para menos, pues le acababan de arrancar el alma a su amante y reducido su cuerpo a cenizas.

-¡Pagarás caro por esto, cabronazo! ¡Devuélveme el alma de mi prometido!

El chico observó con tranquilidad la esfera que tenía en su mano y de un ligero lanzamiento la metió en su boca y la engullo. Sus oscuros ojos se fijaron en la atónita Noble y con voz carente de sentimiento dijo:

-Tarde.

Con un grito de rabia, la Noble se preparó para atacar, reuniendo unas esferas mágicas chispeantes en sus manos que lanzó contra el démoni. Un muro de fuego bloqueó el ataque. El chico ni se inmutó ante los acontecimientos. Su chica ardía, mientras su rival preparaba otro ataque. Se dirigió a su rey:

-¿Me das permiso para atacar?

-Mmm...Me temo que no es posible. No quisiera que mataras a una Noble de las Brujas. Dudo que su Reina se lo tomara bien. Dicho esto...Majestad..., si hiciera el favor...

Esta asintió levemente y susurró una única palabra, pero muy cargada de fuerza:

-Para.

El ataque de la Noble se detuvo en seco. Miró a su Reina con aire suplicante.

-¡Pero Majestad...!

Una glaciar mirada la interrumpió. La chica se vio obligada a bajar la vista y retroceder. Luego la Reina se dirigió al guerrero:

-Mis felicitaciones, guerrero erudito. Ha sido una demostración impresionante de poder que nadie esperaba, mas las reglas están claras. El vencedor tiene potestad absoluta sobre la vida del derrotado. Tú y los tuyos...,disfrutad de nuestra hospitalidad.

Luego se retiró, seguida de su séquito de Nobles y del Rey junto a su escolta. Al poco, quedaron solo ellos dos sobre el improvisado campo de batalla.

-¿Cuándo pensabas decírmelo?

-No es tan fácil...No sabes lo que implica ser lo que soy.

-¿Por qué no me lo explicas? Peleas muy bien para ser un erudito.

El se encogió de hombros, mientras sonreía.

-Soy principalmente un pensador y científico. No es mi culpa que mis poderes sean más propios de un guerrero.

Ella no pudo evitar reírse. Se pasó la mano por el cabello pelirrojo, mientras sacudía la cabeza.

-Eres un caso perdido.

-Lo sé, mi querida brujita.

Ella se acercó a él, y le obligó a sentarse en el suelo mientras se mordía el labio con aire pícaro. Luego se sentó encima de él. Sus brazos la rodearon por la cintura, atrayéndola más aún para sí, quedando sus caras a escasos centímetros.

-¿Me perdonas?-Susurró él.

-No hay nada que perdonar, amor mío.-Respondió ella quedamente.-Tan solo calla y bésame.


Sus labios se buscaron rápidamente, como habían hecho en múltiples veces anteriores. Se juntaron apasionadamente, en un ardiente beso que de forma efímera les pareció una dulce eternidad.